Comunidad de Hermanos en Reinosa
Los equipos educativos unidos, fraternos, formados en un espíritu menesiano.
Profesores, laicos y hermanos, trabajando juntos, con un real interés por educar a los niños y a los jóvenes que le son confiados.
Jóvenes a los que se les levanta, algunos de ellos entre los más heridos, jóvenes amados, apoyados. Un interés por los más frágiles, a pesar de la dificultad, a veces grande, de seguirles. Una gran paciencia para acompañarles y ayudarles a preparar su porvenir con confianza y esperanza.
He visto educadores atentos, pacientes, ayudándose para llegar a los jóvenes que exigen una dedicación personal más fuerte.
He visto el ardor apostólico del equipo de pastoral, que a pesar de una sociedad en profundo cambio, se esfuerza por dar la oportunidad a los niños y jóvenes de crecer haciendo la experiencia de salvación ofrecida por Jesús. Ofreciendo tanto a los más pequeños como a los más grandes, iniciativas que permitan a los que lo desean hacer un camino, en el interior de su corazón, de encuentro con el autor de la vida.
He visto las comunidades de los Hermanos aferradas a su vocación, rezando cotidianamente a la luz de la Palabra, unidas por una misma llamada a la vida consagrada, intentando unir su alma tanto como sus voces para que su vida sea una alabanza para gloria del Padre.
He visto a estos Hermanos, comprometidos en el servicio a los jóvenes, cuya vida entera no tiene otro sentido más que este compromiso, a través de las obras construidas con paciencia y generosidad, con convicción y entusiasmo.
He visto a Hermanos mayores que son la memoria de la Provincia, en la alegría de una vida totalmente ofrecida a la causa de Dios y de los jóvenes. Han dado su vida para que los jóvenes sean, a su vez, actores y constructores, como laicos o hermanos, en este país que aman y que tiene tanta necesidad de evangelizadores.
He encontrado educadores que han pasado su vida con los Hermanos compartiendo su preocupación por la formación integral de los jóvenes.
He visto comunidades de Hermanos y de Laicos, juntos, reflexionar y rezar, escuchar y seguir a Cristo, con el sentimiento de formar parte de una misma familia con vocaciones diferentes y complementarias, acogidas como una gracia.
He visto cómo, nuestro fundador, es amado, admirado, escuchado y seguido.
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