MARDI SAINT
VC 24 La
vida consagrada contribuye a mantener viva en la Iglesia la conciencia de
que la Cruz es la sobreabundancia del amor de Dios que se derrama sobre
este mundo, el gran signo de la presencia salvífica de Cristo. Y esto
especialmente en las dificultades y pruebas. Es lo que testimonian
continuamente y con un valor digno de profunda admiración un gran número de
personas consagradas, que con frecuencia viven en situaciones difíciles,
incluso de persecución y martirio. Su fidelidad al único Amor se manifiesta y
se fortalece en la humildad de una vida oculta, en la aceptación de los
sufrimientos para completar lo que en la propia carne « falta a las tribulaciones
de Cristo » (Col 1, 24), en el sacrificio silencioso, en el
abandono a la santa voluntad de Dios, en la serena fidelidad incluso ante el
declive de las fuerzas y del propio ascendiente.
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